La primera vez que lo probé fue porque a mi compañero de piso le había regalado un litro en una botella de fanta la madre del dueño de su gimnasio (sic). Después del tercer vaso me dediqué a tirarlo por las paredes.
Nunca en mi triste arrastrarme por este valle de lágrimas había aborrecido tantísimo un olor, y al día siguiente el mejunje pugnaba por salir de las paredes de la cocina e invadirlo todo con su hedor tumefacto a babas resacosas.
Pero claro, como el otoño, o el cometa Halley, todo vuelve, se quiera o no, y no importa demasiado si se ha prometido nunca más mirar al sol. El que lo ha hecho una vez, repite. Esta vez estaba trabajando en un jardín, cortando rastrojos y malashierbas con una hoz, cuando el hijo del vecino vino a ofrecerme unas cervezas. Como en el fondo soy hombre de bien, rechacé, pero él, que es hombre de mucho mejor, a la media hora volvió con una rezumante bolsa de plastico preparada para lo que viniese como el heroe de un video manga. Se me ocurrio preguntarle por la cojera del vecino del otro lado.
-Una mañana estaba bebiendo [aquí el nombre de la diabolica bebida] y quiso coger un tren, pero falló y se cayó en las vias. El tren le cortó la pierna.
Desde entonces me corroe la curiosidad morbosa de saber si lo que lleva debajo de la rodilla es de madera, metal, o mejor aún la botella que le llevó la pierna.
Y el carpintero. Un hombre risueño y tartamudo, con gafas de culo de botella. Su mano es como la del guitarrista de The grateful dead. No me puedo imaginar a ese hombre zumbándole a la botella a las nueve de la mañana, pero probablemente fue así como metió la mano en la sierra y sus dedos fueron a parar al país de irás y no volverás.
Aun así, me descubrí bebiéndolo después de las cervezas. Y poco después, como buen hombre que tropieza con la misma piedra un número absurdo de veces, volví a la hoz y me llevé un dedo. Mucha suerte, y lo único que me queda como recordatorio es una aberración total por la abominable bebida y cicatriz de la yema a la una.
Ahora, lejos del peligro de ese veneno me pregunto por qué la gente bebia eso. Si al menos estuviese rico! Pero de todos los que he probado, sin duda, era el peor de los sabores.
El peor de los sabores
jueves, agosto 28
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9 comentarios:
Tíííííío, tienes que traer esa mierda. Lo de tirarla por las paredes es algo que atrae a uno.
Por cierto, te he puesto las Ñs y las tildes, que es algo que en un teclado rumano no se puede pedir.
Sigue sobreviviendo!
Nacho,¿ese veneno cómo se llama?
Dain, en un teclado español tampoco encontrarás letras rumanas así que ciocu mic! Y joer se puede cambiar el idioma del teclado, vaya problema, vaya moft.
Mira que no sé nada de rumano pero, ¿ciocu mic significa "cierra la boca"?. Sí es que sí, me habrás enseñado algo que decir al creador de la entrada cuando vuelva a Madrid.
El veneno creo que me dijo que se llamaba "palinka" o algo parecido, pero mejor que lo confirme el sufridor.
Sí, significa eso. Ya me lo imaginaba que fuese algo así como palincă (țuică). Es malísima esa bebida... muy muy fuerte.
Bueno, ciocu mic tampoco te lo dije en plan despectivo-agresivo, es más bien cariñoso, mejor ya no digo nada.
Locura! Oh, la bastardia! A uno no se le puede pedir que beba veneno y que sepa donde estan las ñ's del teclado al mismo tiempo. Ni siquiera se donde esta la arroba en estos teclados, y especificamente este, tiene la mitad de las letras borradas, y tengo que INTUIR lo que escribo.
Jajaja. Suerte con el ordenador comunal.
No, si yo preguntaba por curiosidad. Y es cierto que cuando salgamos por la noche y estemos ebrios lo utilizaré para cuando Nacho esté soltando sus paridas.
Pero vaya, que no me lo he tomado a mal. Ciao!
Muy bien, me gusta lo que hacéis en el blog, seguís así!
Un saludo.
Comprobado, es de lo peor que he probado en mi vida. Esa sensación post-trago de quemazón insistente en todo el pecho no puede sino advertir de que lo que estás tomando no está hecho para el ser humano.
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