Nasti.
(Del inglés nasty, desaliñado, sucio)
1 - coloq. Nada, nada en absoluto. Vervigratia: nasti de plasti.
2 - coloq. poét. Cerdo, puerco, guarro. Verbigratia: Yu ar a nasti güan (eres un puercazo).
(Diccionario de las gañanadas del español actual, Real Academia Española)
Cubil de la modernidad, actual Buñolería, al que nuestras alucinadas peregrinaciones nos llevaron, guiados por un gafapastismo hiperbólico en ciernes. En el instante de entrar al Nasti se nos reveló un panorama desolador: hay gente que se lava la cabeza antes de salir, y no después, como pensábamos que era lo normal, o incluso nunca, lo que creíamos que era la tendencia de moda.
Pues sí, la gente en ese local va lavada y bien lavada, y también peinada. Es más, parece que incluso han elegido conscientemente la ropa que llevan, e incluso la han cogido de una tienda y quizás hasta hayan pagado por ella.
Ahora bien, si en los
detalles puede variar, en lo básico y fundamental las ideas se mantienen: a quien no le gusta el vino es un animal, y allí no había ninguno. Puede que el precio varíe, y que el camarero en vez de llevar el ya tradicional chaleco de chulapo descolorido y con manchas de aceite lleve una camisa con una corbata pintada y unos pantalones rotos a conciencia por un niño de vietnam, además de una beckamcresta, pero la sangre de todos los presentes es igual: roja y empapada en alcohol. El que escribe, que estaba allí y lo veía todo, aunque borroso, se arriesgaría a decir que incluso la suya fuese un poco más pura que la de alguno que por allí danzaba, y se le veía demasiado animado.
¡Oh, descomunal gente con pajarita y la camisa por fuera! Escuchad, pues resulta que además de todo eso, el Nasti esconde una metafísica.
Algunos aún se acuerdan de un tiempo pasado, en el que salir por la noche no era una actividad criminal. En ese tiempo no se sabía lo que era el toque de queda, y se podía andar por la calle o tomárse lo que uno quisiera donde uno quisiese. De esta época ancestral poco nos queda, si exceptuamos un cierto lumbago al agacharse, heredero de los porrazos que dieron los maderos en una noche excepcional en la que intentábamos emborracharnos a la luz de la luna.
Nuestros grandes jerarcas decidieron que a las tres hay que salir de los bares, coger el bus a las tres y media y a las cuatro estar en casita durmiendo la mona. Y que de bancos nada (excepto los del dinero, claro está), que hay que bebérselas todas en las terrazas.
Pero el Nasti se resiste. Le importa poco la ley. Como a mí.
El ayuntamiento le obliga a cerrar a las 3 a.m., pero han decidido que si no va la policía a cerrarlo, ellos no lo van a hacer. Ellos no se van, a ellos los echan. Y así parece que poco a poco van ganando, la policía se cansa, el ayuntamiento se olvida, y los modernos se cuecen hasta altas horas de la madrugada
Me largué de ahí a una hora indeterminada entre las 3 y las 4:30, sin policía, después de que mis amigos decidieran unilateralmente abandonarme a mi destino, me metieran un regalo en el bolsillo y diesen con la puerta. A mí me costó bastante encontrarla.
La movida aún colea.
Los modernos luchan entre ellos por la supremacía de su especie.
2 comentarios:
Nacho, ¿qué has hecho con el texto sobre la Aduana veche?
Saludos.
Queridísimo Nacho:
A mí ese sitio nunca me ha parecido de lo más cool. Acostumbro a bailotear siempre en los loft de mis queridísimas amigas Mina y Trisha. Con ellas las fuestas nunca fueron mejores. Espero, sin embargo, que una loca noche en que todo sea posible en esta loca ciudad nuestra que es la impredecible y espontánea Madrid, nos encontremos sin más y crucemos caminos como siempre hubimos de haberlos cruzado.
Kiss Kiss
Publicar un comentario