21.00 de la noche. Argüelles. En la calle Andrés Mellado, un hambriento Jose Rodriguez se acerca, con el ánimo lleno y el estómago vacío, a dos tipos que, ilusos ellos, esperan pasar al ya comentado Rey de las Tortillas a recibir su dosis semanal de cerveza y carbohidrato.
Lo que sucede con las cosas que funcionan bien es que la evolución natural de ellas sea para mal. Estamos en España, y más concretamente en Madrid, esta ciudad de "Villa y Corte" donde, en muchas ocaciones, se deja ver la más rancia caspa castellana. Y ésta es mucha cuando afecta al folleteo y al gañaneo, dos de las funciones básicas del Ser Humano y por ende, dos campos de negocio.
Del folleteo hablamos otro día, porque lo que nos afectó ayer vino en el campo del gañaneo, en la "res vulga". Resulta que el dueño de El Rey, hostelero con solera, ha aprovechado un fenómeno que se ha dado en el antro en los últimos años: según las rayas de los peinados de la gente se iban torciendo hacia un lado d ela derecha, y según aparecían las pulseritas de España, los precios se han torcido, pero éstos hacia arriba. Sabia decisión por parte del viejo mesonera. Si los niñatos del CEU quieren bajar a la tierra, que paguen por ello. A mi me parece bien, pero no sucede lo mismo si tengo que pagarlo yo.
Así que, yo y mis dos pobres amigos, ávidos todos de desparrame cervecil. Nos encontramos con un antro petado de niñatos donde nos iban a clavar con gusto. Pensé (si, si) "estamos en una de esas situaciones en las que la violencia no arregla nada. Lástima". Y actué, y propuse: "chicos, este sitio apesta, vámonos al Boñar y asi lo conocéis"
Funestas palabras. Tras veinte minutos caminando y haciendo referencias caballerosas y de suma elegancia a la prima de uno de nosotros, llegamos al lugar. Yo ya sabía a lo que iba, ellos no. Quién haya visto "Abierto hasta el amanecer" puede imaginarse la escena: en vez de "chochos" se nos ofrecía cerveza y comida barata, a buen precio, aceptable. Así que, pasamos.
Tras unos pasos sorteando a los autóctonos, nos llegaron los primeros mensajes que nos debieron servir de alerta: "Hola chicos" desde la barra; "¿cuántos sois?" ante el Antro de la Bestia. Con júbilo y simpatía, respondí mientras me encaminaba hacia la sala principal. Tras viente minutos andando y sin haber comido, estaba feliz por llegar. Antes de pasar a la mesada que se abría a nuestra vista, un cochambroso parroquiano de bigote rancio amarillo y cara ajada por la ingesta de la baja calidad de los bienes en el Boñar consumidos, me sonrió mientras mirada, dejando ver sus únicos dientes caídos, perdidos en la negrura de su boca. Y en la de su alma.
"Al fondo a la izquierda" Vimos la mesa enclavada entre una principal y el rincón de la sala. Entramos en el Antro de la Bestia como Seth, Richard y el reverendo lo hacían en la Teta. Sólo que aquí si nos querían servir, de entrada. Así que tras ocupar nuestros sitios, vino el camarero: "Tres cervezas por favor". El tipo:
21.25 Nos sirven: primer estipendio gañanil. Tres jarras rancias de cerveza y unas alitas de pollo saladísimas y con limón por encima (???). El pelo que había en mi plato estaba por no ser yo cliente primerizo: una forma tan buena como otra de reconocerle a uno su veteranía.
Coruñés: "parece que estas alitas van a salir andando". Miradas a su falta de hombría. Comenzamos a tomar. Tras los piques y chanzas soeces la conversación continúa mientras observamos el paso lento de Ricardo y, poco después, su cara se torna roja y su palabra suelta y atrevida. Será la primera víctima.
Nos faltó para ver lo que se venía encima una Salma Hayek que se derramase cerveza por las piernas (casi que mejor) porque ya veíamos como la clientela del lugar empezaba a convertirse en entes demoniaco-gañanescos. Los comentarios bestialistas se extendían alrededor. Una gafapasta sentada en una mesa detrás de mi comenzó a reirse grotescamente mientras los sonidos de nuestro alrededor se convertían en ecos extraños. Ricardo empeoraba. Nosostros no queríamos, pero la esencia del Boñar nos hizo pedir más cerveza.
21.50 Segunda ronda: paella sin hacer, con arroz blanco y colorante en salsa amarilla que baña el fondo de un plato blanco como nuestras almas cándidas. El ambiente perfidioso del lugar nos está corrompiendo hasta el tuétano. Y su cerveza, pues el tamaño de las jarras de esta ronda es considerablemente mayor que la anterior. Reto a mis amigos: "No tienes HUEVOS a beberte eso de un trago". El coruñés, buen norteño, responde y lo consigue. Ricardo empieza a la vez que yo pero le corto para desconcentrarle. Sabia táctica. Reanudo mi afonamiento y la cerveza cae por mi gaznate. Ricardo no puede y acelera su descenso a los Infiernos.
¿Cómo que la paella está sin hacer?
22. 15 Tercera ronda: Un pescado de apariencia dudosa sería nuestra tercera tapa. ¿La sería? Coruñés y yo observamos como un abotargado Ricardo nos empieza a decir incoherencias¿Qué decíais de mi prima?
Tras ver el pescado y la situación de Ricardo, Coruñés y yo pensamos: "hay que salir de aquí". Damos cuenta de nuestra cerveza lo más rápido posible mientras viene el Asmodeo del lugar a preguntar, esto es, el jefe. "Os falta algo". Nos faltaba el alma y la voluntad. A Ricardo más cosas. Pedimos la cuenta y pagamos, salimos rápido. No pensamos, no decimos nada. Sólo andamos, sólo nos retiramos. Rápido, sin mirar atrás. El Boñar nos ha vencido. Tres víctimas más: no nos teníamos en pie a la salida.
3 comentarios:
Hola, soy César, me ha dado Nacho la dirección y desde mi más elevada admiración por este epicentro de la pulcritud y del buen gusto he leído vuestra aventura.
Larga vida al Boñar de león!!
Son bienvenidos todos aquellos que son capaces de mirar a la muerte a los ojos, esto es, al cocido del Boñar.
Algún día intentaremos la proeza, algún día...
Totalmente de acuerdo, y creo que si te haces pasar por inspector de sanidad y cuela, te lo dan gratis.
Pero deberian hacerlo por dignarte a usar sus cubiertos, aunque solo fuese por eso.
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